Las chinches no vuelan ni se desplazan de manera autónoma a través de grandes distancias. Son insectos que siempre requieren un huésped para que las transporte. Pueden hacerlo a través de los elementos más insospechados de nuestro entorno: topa, maletas, mochilas, bolsos, muebles… para luego esconderse en lugares propicios y acechar a sus víctimas. Sus escondites favoritos incluyen rendijas en la pared o zócalos, colchones, sofás o lugares similares.
Las chinches se reproducen a una velocidad exponencial una vez han encontrado cobijo y alimento, por lo que su exterminio casero resulta muy complejo, siendo necesaria la presencia de profesionales que, con los productos, técnicas y preparación adecuadas, acaben con su peligro. No es solo un problema de limpieza, ya que su exterminio requiere un tratamiento definido que va más allá de la simple desinfección. Cada hembra puede llegar a depositar 300 huevos al día que eclosionan en diez días, consiguiendo que su infestación sea rápida y muy agresiva, extendiéndose por todo el hogar en cuestión de semanas sin no las detectamos y combatimos a tiempo.
Para saber si las chinches ya han llegado a tu hogar debes observar si existen en la ropa de cama pequeñas manchas de sangre reseca o si tu piel presenta picaduras que siguen ese mismo patrón. Es fácil confundir su picadura con el de otros insectos, y es difícil verlas porque su picadura no produce dolor, siendo complicado detectar su presencia física. Cada chinche se alimenta aproximadamente una vez por semana durante unos 8 -12 minutos y regresa a su escondite para esperar y reproducirse, aunque pueden estar varios meses sin comer. Los animales son un huésped habitual que puede transmitirlas al ser humano, por lo que la limpieza de mascotas y su observación es fundamental para evitarlas. Una vez detectadas poco podemos hacer a nivel personal, lo mejor es consultar con especialistas.